martes, 12 de enero de 2010


LEYENDAS SIN RIMA

UNA DE FANTASMAS

Aquella noche de febrero hacía un frío que pelaba. Serían sobre las dos de la madrugada cuando la luna llena comenzaba a asomarse por detrás de la torre del campanario de la Iglesia. Maullidos de gatos se escuchaban en la lejanía, no se si a consecuencia del frío o debido al celo que los estresa tanto en este mes. Lo cierto es que presagiábamos que algo especial ocurriría esa noche. La claridad era considerable cuando, tras nuestro ensayo en el local de la Biblioteca Municipal, decidimos dar una vuelta por el pueblo pese al cañón de frío que circulaba por calles y esquinas. Nos dirigimos al bajo del Gallina, que por ser sábado había baile, y, como eramos muy machotes y muy jóvenes, nos tomamos unos cuantos cubatas bien cargados de ginebra y con abundante hielo que nos desentumecieron los músculos en un pis plas.


Con los vapores etÍlicos disparados y sintiéndonos los "novios de la muerte", como los legionarios, salimos del local buscando más ambiente, cosa que a finales de los años sesenta no era fácil a las dos de la madrugada en Cúllar y menos aún con aquel maldito frío polar. No obstante, teníamos claro que todavía no era la hora de acostarse.


Empezamos a deambular de aquí para allá hasta que de pronto oímos unos extraños sonidos guturales que emitía uno de muestro grupo que había tomado mas cubatas de la cuenta y cuyo nombre no quiero desvelar para dejar a la sagacidad de quien leáis este relato la posibilidad de averiguar quien era el susodicho. Le entró una gran tiritera y tambien, como padecía de mal de amores, empezó con una lloraera importante. Se convirtió en un pesado fardo que se negaba a andar y no no podíamos tirar de el. Así que, en la entrada al Barranco tercero lo sentamos sobre la acera y descansamos un poco hasta que a alguien se le ocurrió que le podíamos dejar allí un rato, para que se despejara, e ir mientras los demás a bebernos otro cubata y recogerlo a la vuelta. No habíamos aun doblado la esquina cuando oímos a nuestro amigo con voz entrecortada pero entendible: "socorro, socorro". Inmediatamente nos volvimos y lo vimos de pie con el brazo derecho señalando a la puerta de una casa adyacente. Nosotros no dábamos crédito al hecho de que en unos segundos hubiese pasado de un estado catatónico profundo a estar completamente sobrio y parecer mas espabilado que un marchante en plena transacción de un muleto. ¿Que te pasa? le preguntábamos una y otra vez. Parecía que hubiese visto al diablo. Temblaba y se le veía muy asustado. De repente, más pajizo que una llave, dijo con voz entrecortada: "un fantasma, un fantasma". En ese momento nos tranquilizámos y pensamos que se trataba de una alucinación consecuencia de la terrible cogorza que había pillado nuestro amigo.


Nos dió la risa tonta propia de las chisperas pero, de todas formas, nos acercamos hasta la casa donde insistentemente nos señalaba con la mano y fue, en ese preciso momento, cuando, con la celeridad de un rayo, se cruzó ante nuestras narices un gran bulto blanco corriendo que se las pelaba. Nosotros también de forma súbita, e incomprensiblemente, estábamos completamente sobrios y en condiciones de ir a Lorca a sacarnos el carné de conducir.


Pasada la sorpresa inicial y tras recapacitar lo ocurrido durante los cinco segundos anteriores, nos miramos alucinados y exclamamos al unisono: "coño, un fantasma". En esos momentos de confusión tomamos la decisión menos acertada entre todas las posibles que no fue otra que la de perseguir al fantasma.


Sin duda ante el temor de ser descubierto, nuestro fantasma se adentró en una casa que durante mucho tiempo estuvo con solo los cerramientos, justo en frente de donde nosotros estábamos, es decir, entre la Plaza del Barranco y la entrada al Barranco tercero en el mismo lado que la cafetería y el salón de bodas y bailes de Francisco el Gañán.



El fantasma tomó esta decisión siguiendo la lógica más razonable que era la de que nosotros desistiríamos de entrar allí dado lo siniestro y oscuro del interior de la obra. Sin embargo se equivocaba. No sería el último error que cometería esa noche. No contaba con que la luna llena, como dije al principio de este relato, nos estaba echando una mano para poder otear a través de los huecos de las ventanas y permitirnos visualizarlo. Por tanto nos lanzamos hacia la entrada en tropel sin tener claros los objetivos que perseguíamos y que, fueran cuales fueran, a todas luces, representaban una gran barbaridad. En el mismísimo umbral de la casa, a nuestro lado, cayeron dos ladrillos que no nos impactaron de milagro. Hubo toque de retirada instantáneo y nos situamos, nuevamente, frente a la fachada del edificio.
Se produjo un tiempo de observación y tanteo de fuerzas mutuo, como los equipos de futbol en la final de la Champión Ligue. Seguramente el fantasma empezó a pensar en que "maldita la hora en la que había salido a buscar aventuras". Poco se imaginaba que tendría un tropiezo de esta naturaleza. Nosotros inspeccionamos el terreno antes de adoptar ninguna otra medida. Bruscamente, las deliberaciones se interrumpieron. Volvió a cometer otro error, el segundo de la noche. De repente comenzó a subir a la planta siguiente como alma que lleva el diablo y nosotros lo vimos por la ventana que daba al hueco de las escaleras, por lo que aprovechamos el momento y entramos a todo gas en la planta baja de la casa. Así las cosas, por la rampa de la escalera, entre voces y piedras con trayectoria ascendente las unas y descencente las otras, transcurrieron unos minutos que a mí me parecieron una eternidad.


Súbitamente, y durante una tregua en la batalla, escuchamos un ruido, como un golpe seco contra el suelo en la parte de atrás de la casa, la que daba hacia la carretera. Nos asomamos por los huecos de las ventanas que daban a ese lado y vimos el bulto blanco corriendo como un poseso, aunque cojeaba, hasta perderse en dirección al río por la cuesta del molino. Sudorosos y con la adrenalina por las nubes, sin decirnos ni una palabra nos dirigimos cada uno a nuestra casa.


Esta historia es real y pertenece a aquellos que la vivimos. Nunca supimos quien fue aquel fantasma. Seguramente, si aun vive y, si por un casual, le llegara este relato, se acordará de toda nuestra generación y algo más, sin embargo, y si esto puede servir para reparar el mal trago que, sin duda, le hicimos pasar, quiero decirle que en el fondo todos le admirábamos y le seguimos admirando. El representó para nosotros la realidad de la leyenda. Una leyenda sin rima que tantas veces habíamos escuchado de nuestros padres y abuelos y que considerabamos historias para no dormir. Fantasmas que nunca habíamos visto y mucho menos luchado contra ellos. El fue para nosotros, sin proponérselo, un modelo romántico. La ficción convertida en realidad. ¿Que mayor aventura se podía vivir en Cúllar a finales de los sesenta a las dos de la madrugada de una noche de Febrero con un frío que pelaba y con la luna llena asomando por el campanario?

P.D. Los personajes de esta historia son todos de Cúllar. Dos de ellos han fallecido hace algunos años. No he querido revelar nombres para mantener el interés de quienes lo leáis. En el texto hay algunas pistas que os pueden permitir descubrirlos.


J. Carrión

2 comentarios:

  1. ¡Que bueno!. Primero me ha dado frío, después miedo y al final risa. Muy completo Juan. gracias.

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  2. Esta historia te la he oido contar varias veces y siempre me parto de risa. Pero sigue siendo igual de buena o incluso mejor ahora que la has escrito. Espero que aquellos que conmpartieron contigo la aventura la lean y se rían tanto como yo. Un beso hermano.

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